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La Siguanaba y El Cipitío

Se dice que la madre del Cipi tuvo una relación con el dios Sol, por lo que lo dio a luz. Desgraciadamente fue infiel a su pareja y decidió entablar una relación con el dios Lucero de la Mañana. A causa de esta traición, Tlaloc (el dios de los dioses) la maldijo a ella y a su hijo.

Al Cipitío, también conocido como Cipitín, se le describe como pequeño y con una gran barriga, con un gran sombrero en la cabeza. Se dice que tiene los pies al revés, lo que dificulta que la gente le siga, ya que se pierden en las huellas que deja. Además, se cree que tiene el poder de trasladarse mágicamente de un lugar a otro.

Se dice que El Cipitío ha sido maldecido para seguir siendo un niño para siempre, aunque pase el tiempo. Hace años, cuando nuestros abuelos eran jóvenes, no era raro que las cenizas de la leña de la cocina contuvieran las huellas de un niño; muchos pensaron que se trataba de una simple travesura, pero tal vez no fuera así. El Cipitío disfruta comiendo cenizas y revolcándose en ellas. Es un individuo no amenazador que no causa ningún daño, pero tiende a ser molesto con sus bromas humorísticas y cacareos burlones. Su actitud es burlona, acechando en los arbustos cercanos a ríos y arroyos para divisar a mujeres atractivas bañándose o nadando. Cuando se fija en ellas, las piropea y les tira florecitas y piedrecitas, aunque ellas no puedan verle. Se rumorea que sólo los niños pueden verle.

Para que el Cipitío, se aleje de una chica que persigue, ella debe de hacer cosas que lo hagan creer que ella es de malos hábitos y sucia.

Como anteriormente relatado en este artículo, Tlaloc al enterarse de la infidelidad de esta, maldijo a Sihuehuet y declaró que sería conocida como Sihuanaba (Mujer Horrible). Al principio resultaba atractiva a la vista, pero cuando los hombres se acercaban a ella, se encontraban con un espectáculo espantoso. Estaba obligada a vagar por las tierras y a revelarse sólo a los hombres que viajaban sin compañía por la noche.

Dicen que se aparece por las noches en los ríos y arroyos de El Salvador, lavando la ropa y buscando siempre a su hijo Cipitío, a quien la deidad Tláloc concedió la inmortalidad en recompensa por sus angustias.

Las personas que trasnochan son propensas a encontrársela. Pero centra más su atención en los enamorados, sobre todo en los que tienen muchas parejas románticas

<strong>Cuando te encuentres con la Siguanaba, ¿qué debes hacer?</strong>

Para salvar su alma, el hombre debe morder un crucifijo o una medalla y encomendarse a Dios. Otros sugieren que, para ahuyentar al espíritu maligno, debe recitar la frase “Adiós comadre María, patas de gallina seca” y luego huir rápidamente. Un medio alternativo de escapar a los efectos de la Siguanaba es hacer un gran esfuerzo y acercarse a ella lo más posible, tumbado en el suelo con la cara hacia el cielo, Pásale los dedos por el pelo y luego tira de él, la Siguanaba asustada se lanzará a un barranco.

Artículo: Noel Molina
Revista de El Salvador Pixeles Cuscatlecos

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