CALLE VIEJAPor: Ernesto Canossa

CALLE VIEJA

«Al final del camino solo nos queda la certeza de haber vivido, por fin crucé el puente donde iba de pequeño con mi abuelo fue ahí cuando me sentí en casa supe que estaba donde pertenezco al llegar al final del camino, mi corazón volvió al pecho. Yo quería contarle a mamá, pero no sabía cómo hacerlo, lo que sí sé es que si hubiese tenido tiempo para contar las estrellas, ahora les podría decir que todo el universo brillaba en el cielo de esas horas negras y que las montañas hablan a través del silencio y que el miedo tiene olor y mi olfato es sensible a é, podría decirles que es parecido al frío, puesto que el miedo quebranto mis huesos como el frío lo hace…

calle vieja

VIERNES TRECE  (8 horas antes)

En enero, los días se sienten largos no sé si tiene que ver con la órbita de la tierra o simplemente la sensación de un inicio. Nunca he creído en la suerte, pero me hace gracia que este viernes era trece, salí temprano del trabajo e hice lo que hago todos los días… pero de repente, por mi mente se cruzó el deseo de romper esquemas y caminar a pie por donde nunca voy decidí ir a la tienda por comida para mi perro, mismo perro que me esperaba con ansias en casa, casa a la cual aún no he de llegar, puesto que decidí no ir en la línea recta de la monotonía e irme en una curva con plusvalía, son las 5.10 pm mi reloj aún funciona, el bus está lleno más de lo habitual probablemente porque es viernes y es muy común en El Salvador que las personas viajen desde la capital en buses interdepartamentales los días viernes por la tarde para estar con su familia el fin de semana. A mi lado está sentado un señor extraño, quiero voltear la mirada para verle, pero claro que no puedo hacerlo, tengo curiosidad de saber si es señor o señora, su fisionomía despierta en mi atención, volteo mi cabeza hacia la ventana para disfrutar del paisaje, un mundo moviéndose a toda prisa, siento frío y mi suéter no alcanza a cubrir lo helado de mi cuerpo en estas fechas de enero en la capital hay fuertes vientos, a través de la ventana miro el viento doblar los árboles, también logro ver el crepúsculo abrazar la ciudad son las 5:35 de la tarde y es un viernes trece.

NINGUNA DISTANCIA ES MÁS HONDA

La distancia entre dos puntos se vuelve honda cuando quieres llegar al otro lado, en este caso el lado al cual yo quiero llegar es la puerta de mi casa donde me espera mamá y mi abuela también mi perro, tal ves mi guitarra y por supuesto café caliente en una taza que peculiarmente lleva tallado mi nombre, el bus ya ha comenzado su marcha a medida que avanza mis párpados se vuelven más pesados y más pesados, son las 6:10 pm desperté y a lejos puedo escuchar los carros hacer un escándalo veo por mi ventana y visualizo el tráfico pesado, estoy adormitado solo sé que el bus ya ha pasado por el hospital, solo espero llegar pronto a casa;  tengo mucho sueño.

HORA LÚGUBRE

Estuve muerto por más de cuarenta y cinco minutos, el sueño es un simulacro de la muerte, mire mi reloj había despertado justo a la 6:54 pm y el bus seguía a toda marcha, de inmediato ya por inercia mire através de la ventana logré visualizar solo árboles a medida el bus avanzaba los minutos se volvían lúgubres; no puedo decir nada mi mente se quedó en blanco pensaba y reepensaba un plan y nosé me ocurría nada, voltee una vez más a la ventana para serciorarme de que estaba viendo bien en efecto me encontraba en un lugar llamado EL CONGO situado en el departamento de Santa Ana en la República de El Salvador, fue ahí cuando supe que me encontraba en problemas mi corazón se aceleró sabía que tenía que actuar rápido, ya era tarde y si llegaba al otro departamento no habrían buses disponibles para regresar hasta mi destino Ciudad Arce y pues no había más que hacer que enfrentarme al problema, me puse de pie para pedir la parada y bajarme en un sitio donde hubiese luz así todo estuviese más visible y supuestamente más seguro; mire mi reloj nuevamente son las 7:01 pm en un viernes trece…

Me había quedado varado en una carretera desolada, no sabía con exactitud los kilómetros de distancia hacia mi casa, estaba totalmente solo y en efecto estaba metido en serios problemas, no tengo adjetivos que califiquen las emociones sentidas en esos instantes, sabía que  tenía que accionar y así lo hice, comencé a caminar encontra de la dirección del bus como si fuera de regresó, las cosas parecian imposibles pero en esa hora lúgubre todo era posible el mismo viento que estaba en la capital se había trasladado a la carretera vieja soplaba tan fuerte que doblaba los árboles, raíces llenas de historia donde se pudren los ancestros, en un par de minutos todo se fue volviendo oscuro tenebrosamente negro, mis ojos no lograban ubicar un punto de luz en el horizonte, yo sentía tanto miedo pero no encontraba otra opción y seguí avanzando por varios minutos, por mi mente se cruzaban ideas de lo que podría sucederme si era encontrado caminando solo en la carretera a estas horas de la noche, todo estaba tan callado que nisiquiera los grios emitían sonido, solo podía escuchar tres cosas el soplar del viento mi respiración y en ese instante mi teléfono que sono, entonces supe que debía denerme y deshacerme de todo lo que podía emitir sonido y delatarme en ese rotundo sigilo, me dispuse a abrir mi maletín y meter mi teléfono además botar el agua de mi botella y meterla al maletín, en ese instante que continúe en marcha pensaba las incontables veces que había pasado por calle vieja de camino hacia Santa Ana pero nunca me había bajado en medio de la nada, era ignorante a la soledad de aquellos kilómetros, ahora se que la ignorancia es peligrosa.

Quebré una hoja con mi pie derecho la hoja estaba seca y en aquel rotundo silcencio sentí el crujir de un bosque en una sola ebra, me asusté para mí es un reto el mantenerme callado…

El anochecer está abrazando mi existencia y por cada minuto que pasa se apaga una estrella, me fui caminando por la calzada el asfalto de la carretera está deteriorado lo que hace más difícil mi trayectoria, llevo caminando mucho tiempo siento que avanzó pero el panorama no tiene ningún cambió, todos los árboles se ven iguales el paísaje se ve funesto, el tiempo se ha detenido no tengo frío pero si tengo mucha sed y sobre todo miedo.

LOS PERROS ESTAN LADRANDO

Hay tres perros acá los puedo escuchar ladrar, tal ves hayan casas cerca y tal ves en esas casa haya gente mala.
-.no estoy solo hay tres perros acá y los perros vienen de algún lugar estaba caminando en medio de la carretera en un ambiente totalmente funesto, no podía mosticar una palabra cualquier paso en falso podría significar un final, los perros no dejan de ladrar y las estrellas una por una se están marchitando, mi paso a perdido firmeza en el asfalto siento que ya no avanzó, tengo miedo no se qué vaya a pasar, los perros han roto el silencio de la noche, no los puedo ver pero si escuchar…

De un segundo a otro mi mente se quedó en blanco.
-. Una lámpara alumbró mi rostro, la luz no dejó de seguir mi rostro, comencé a caminar en el asfalto con mayor ritmo, no voltee la cabeza y seguí en marcha y de un segundo a otro los perros y la luz de la linterna desaparecieron, la noche y su silcencio envolvió mi cuerpo en aquella carretera vieja.

HASTA LA ÚLTIMA ESTRELLA

Por suerte existen las curvas para darle un frenesí a la vida, he comenzado a transitar en curva…

El camino cada vez lo sentía más extenuante, para este momento mi cuerpo estaba agotado sentía que había caminado por horas, mis ojos pesaban, ahí fue cuando comencé a identificar algunas partes del camino y a recordar el camino a casa, me percate de un árbol que tenía el tronco torcido y abultado el cual lucia tenebroso en la oscuridad, ahí  reconocí está curva, fue entonces que entendí lo lejos que me encontraba de casa en este momento por mi cabeza pasaron muchas ideas entre ellas la desesperación, me encontraba sumamente lejos de casa la distancia se había vuelto honda, cada vez más honda.

Cuando creí que ya no habían estrellas llegué a una parte de la carretera que no está abrazada por árboles, ahí la gente suele botar basura y el suelo se encuentra bastante erosionado.

Ha esta hora de la noche muy desolado, para mí que he visto esta parte desde los ojos del alma es un paisaje hermoso que vive en mi memoria, camine tanto, mi cuerpo ha sufrido tanto para ver lo que los demás no pueden ver, ha valido la pena, ha valido cada segundo ingravido…

Son dos montañas en un cielo abierto y creo que las estrellas que se han venido apagando durante todo el camino están acá todas juntas en este pedacito del mundo esperando ser descubiertas por un forastero en la calle antigua y yo soy ese forastero.

Tenía que descansar para continuar mi camino a casa y como el tiempo se había detenido ahora no les puedo decir cuánto duro ese instante, solo les diré que fue la eternidad en un envase tanto así que al volver a la marcha llevaba conmigo un sentimiento, una imagen, un sonido, una memoria que nadie más podia tener, era mía está aventura, este instante  y pensé debo seguir la marcha, ahora que estoy descansado y así fue seguí caminando buscando llegar a casa.

LLEGUÉ A CASA

El calor del hogar lo podía sentir en mis venas ¿como? Hay algo inexplicable que sucede con nuestras emociones cuando estamos donde nos aman, es como si existiera un lazo imaginario que nos hace llegar ahí donde nos aceptan tal y como somos, donde el calor abraza el alma.

He cruzado el puente donde venía con mi abuelo de niño, poco a poco he comenzado a reconocer las casitas que están cerca de la mía, el reloj ha vuelto a funcionar son las 9:00 hrs de un viernes trece de enero, mamá está feliz de verme en casa.

«Siempre acabamos llegando,
a donde nos esperan».

José Samarago (EL VIAJE DEL ELEFANTE)

 

Historia original: Fernando Hernández
Redacción: Helen Jovel Agreda
Revisión: Enrique Rivas
Edición Multimedia: Noel Molina

 

 

 

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